Biarritz es la perla del Atlántico norte, una ciudad que se puso de moda en el siglo XIX, cuando los médicos comenzaron a recomendar bañarse en sus playas debido a supuestas propiedades terapéuticas. Los miembros de la realeza y de la nobleza europea no tardaron en llegar. Incluso la reina Victoria del Reino Unido y su esposo, el príncipe Alberto, estaban entre los veraneantes habitués de la ciudad. Biarritz se convirtió en sinónimo de lujo y estatus, y sin duda sirvió de inspiración para ciudades como Mar del Plata, que del otro lado del mundo también comenzaba a recibir a la crème de la crème de los ricos y famosos.
Hoy Biarritz, si bien conserva su elegancia original, es una ciudad “normal”. No es un guetto de millonarios ni un lugar privativo -como puede ser Mónaco, por ejemplo-. Biarritz es en parte el recuerdo de esa ciudad que supo ser, es un lugar con una enorme cultura surfista, es uno de los puntos de peregrinaje del camino de Santiago, y es a la vez un pueblo bien vasco y tranquilo, con visitantes de todas las edades y de todos los caminos de la vida.
Estos son los rincones de Biarritz que a mí más me gustaron.
1. Villa Belza
Esta villa de estilo neogótico construida en 1895 sobre un acantilado fue objeto de leyendas e historias de fantasmas debido a una confusión con su nombre. Belza era el apellido de la esposa del hombre que la construyó y el nombre que eligió él para bautizarla, y “beltza” en vasco quiere decir negro (por alguna razón eso de llamarse “la mansión negra” no le generaba muy buenas vibras a la gente de Biarritz). Varios años después la villa se convirtió en un restaurante ruso que atendía a miembros de la realeza y la burguesía europea, y también fue escenario de galas y fiestas.
Luego de sufrir dos incendios, Villa Belza quedó abandonada hasta mediados de los años 90, cuando un nuevo dueño la restauró y la convirtió en un complejo de viviendas que rompieron récord de precio por metro cuadrado.
2. La Grand Plage
La postal clásica y principal atracción de Biarritz: la Grand Plage y su paseo marítimo. Esta pequeña caminata ya permite tener un panorama de la ciudad y un pantallazo de su típica arquitectura.
3. Rocher de la Vierge (la roca de la virgen)
Esta roca, coronada por una estatua de la virgen, se convirtió en mirador cuando la pareja imperial francesa que gobernaba en esa época, Napoleón III y su esposa, la emperatriz Eugenia, decidieron unirla a la costa mediante un puente de hierro. Este puente suele ser erróneamente atribuido a Gustave Eiffel, el ingeniero responsable de la torre Eiffel, pero no, aquí no tuvo nada que ver.
Desde la roca se tiene una vista panorámica de la playa. Pero además, algo escondida justo antes de cruzar el puente, del lado derecho del camino, se encuentra esta otra formación rocosa en forma de ventana ideal para hacer fotos (segunda foto).
4. El barrio Saint Charles
Un barrio relativamente alejado del centro y de la zona turística de Biarritz (aunque a no más de 20 minutos de caminata). Saint Charles es muy residencial, lleno de calles tranquilas y mansiones, pero también tiene un pequeño centro comercial sobre la Rue de la Bergerie. El lugar perfecto para adentrarse un poco en la Biarritz de todos los días.
5. Place Georges Clemenceau
Este es el principal paseo comercial de Biarritz, una calle semi peatonal con las tiendas y restaurante más icónicos de la ciudad, y hasta con una sucursal de las Galerías Lafayette.
6. El faro
En menos de media hora de caminata se puede recorrer la Grand Plage y llegar hasta el faro de Biarritz. Si quieren entrar y subir a la cima se puede -la entrada cuesta €5- y si no, simplemente se puede disfrutar de la vista o tomar algo en el café que está al lado.
7. El salón de té Miremont
La confitería más tradicional de Biarritz, fundada en 1872. La Miremont no es muy económica, pero si tienen suerte pueden conseguir una mesa con vista al mar y refugiarse de la nada inusual llovizna de la ciudad en un ambiente lleno de pompa palaciega.
8. El Hôtel Du Palais
Originalmente construido como residencia de verano de la la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, en 1854. La entonces Villa Eugenie fue finalmente vendida en 1893 y convertida en el hotel de lujo que es hoy. Las habitaciones más baratas cuestan unos €2300 la noche, y las más caras unos €8500, pero si tienen ganas de conocerlo por dentro, hay un bar abierto al público para al menos tomarse una gaseosa a todo lujo.
Un día entero me parece suficiente para ver lo básico de Biarritz, porque la zona más turística está bastante concentrada. Si quieren ir un poco más a fondo, o reservarse un rato para bañarse en el mar, denle al menos dos días. Esta es una ciudad tirando a costosa para alojarse, especialmente en verano, por lo que una buena opción es quedarse en alguna otra ciudad de la zona, como Bayona, y venir a Biarritz a pasar el día.
Otra cosa a tener en cuenta es el clima: como toda ciudad vasca a Biarritz no le faltan los cielos nublados y la lluvia, calculen esa variable al armar el itinerario y dense un poco de tiempo extra en caso de que la lluvia complique el paseo.
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